
Nuestra relación con adidas es de esas que se construyen con el tiempo, con confianza. Durante años trabajamos en sus campañas con el Real Madrid, y eso hace que, con cada nuevo rodaje, volvamos a encontrarnos con un equipo que ya sabe cómo trabajamos y lo que aportamos desde el estilismo.
Este proyecto era especial: reunir a los antiguos galácticos y vestirlos con las camisetas con las que ganaron la Champions en 1998.
Había algo emocional y simbólico que teníamos claro desde el primer momento. Y aunque adidas trajo la ropa oficial, nuestra labor fue sumergirnos en el archivo, buscar las botas exactas que usaba cada jugador, estudiar cómo llevaban la camiseta, si la metían por dentro, si usaban tobilleras, cómo eran sus gestos, sus rituales.

Porque cuando hablamos de estilismo, hablamos también de memoria.
Trabajamos a contra reloj, como siempre, pero con un equipo que conoce los códigos del vestuario en rodaje. Cada detalle tenía que estar afinado, pero sin que se sintiera artificial. Lo que buscamos fue emoción real, no nostalgia vacía.
Y el resultado nos dejó muy orgullosas. No por cómo se ve en cámara —que también—, sino por cómo conseguimos que cada prenda tuviera alma.
El vestuario no fue un decorado: fue una parte viva del recuerdo.